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martes, 21 de noviembre de 2023

61º Festival Internacional de Cine de Gijón (Día 4)



Àma Gloria, de Marie Amachoukeli-Barsacq. Retueyos.
Sometimes i think about dying, de Rachel Lambert. Pase Especial.
Baltimore, de Christine Molloy y Joe Lawlor. Albar / Molloy & Lawlor.


Àma Gloria, de Marie Amachoukeli-Barsacq. Trailer.

Cuando se publica la parrila de proyecciones del Festival de Cine de Gijón, hay películas que selecciono por el interés que me despiertan y otras por simple descarte. La ausencia de otras opciones compatibles fue lo que me hizo asistir en la tarde del lunes al Teatro Jovellanos para el pase de la francesa Àma Gloria. Su directora, Marie Amachoukeli-Barsacq, participó en la edición de 2014 del FICX con su primer largo, Party Girl, que logró el Premio FIPRESCI de esa edición. Àma Gloria trata de la relación entre una niña francesa huérfana de madre (Cléo) y su cuidadora caboverdiana (Gloria), que ha sustituido a la fallecida en el corazón de la pequeña. El conflicto se crea apenas iniciado el filme cuando la mujer debe regresar a su país natal para continuar allí su vida. Esto, que lo cuenta la propia sinopsis de la cinta, no evoluciona después más allá de lo previsible, excepción hecha del viaje de Cléo al país africano y su convivencia veraniega con la familia de Gloria. La directora y guionista principal dedica la película a la que fue su cuidadora real, pero ni la espontaneidad de la niña protagonista ni el superficial retrato caboverdiano dan para mantener el interés durante todo el metraje.


Sometimes i think about dying, de Rachel Lambert. Trailer.

Durante muchos años, el Festival de Sundance fue el espejo en el que se miraba el de Gijón. A finales de la década de los 90, el sello Sundance era sinónimo de interés y expectación. Con el tiempo la etiqueta fue perdiendo su valor hasta casi ser una excepción en la programación actual del FICX. Sometimes i think about dying se presenta con esa marca en el único pase programado que tiene en Gijón, que sirve de estreno en España. Por muy personales razones, me resulta fácil conectar con aquello que cuenta la cinta. Después de un arranque en el que se retrata la vida de oficina con esa mezcla entre el horror y la hilaridad, la película prosigue su demoledor itinerario por la soledad e incomunicación de su adorable protagonista femenina, sublimemente interpretada por la actriz Daisy Ridley (a la que no conocía de nada, es lo que tiene vivir ajeno a las miles de mierdas de Star Wars que se estrenan cada semana), de tal forma que cuando suena la maravillosa Mysteries of love cantada por la fallecida Julee Cruise (y la elección no puede ser casual) hace tiempo que la película me tiene rendido a sus pies. Construida sobre la base temporal de un único fin de semana en la vida de Fran, la magnética Sometimes i think about dying vuela tan alto que lo único que puedo reprocharle es que solo dure una hora y media, porque me quedaría eternamente en ella.


Aún bajo la sacudida emocional de la proyección anterior, salgo a hacer cola para regresar a la misma sala de los Ocine en la última sesión de esta cuarta jornada de festival. Este año se ha tratado de poner algo parecido al orden en los accesos, tratando de evitar el totum revolutum de la pasada edición. No siempre funciona bien pero es un avance. Baltimore forma parte tanto de la Sección Albar, aunque fuera de competición, como del Foco que el FICX le dedica a su pareja de realizadores, los irlandeses afincados en Gran Bretaña Christine Molloy y Joe Lawlor. De ellos se pudo ver el año de la pandemia la irregular Rose plays Julie. Su Baltimore no tiene nada que ver con la conflictiva ciudad estadounidense en la que se ambientaba The wire sino con la población inglesa del mismo nombre. Basada en unos hechos reales acontecidos en la década de los 70, la protagonista femenina de la historia es la joven aristócrata Rose Dugdale (interpretada por la actriz Imogen Poots) que se une al IRA y lidera una operación consistente en el robo de varios cuadros valiosos con los que la organización armada pretende conseguir la liberación de algunos de sus presos. La narración altera dos líneas temporales y lo mejor que puede decirse de ella es que consigue mantener el interés con pocos y previsibles elementos. Después de la proyección, Molloy y Lawlor mantuvieron un encuentro con el público gijonés que, dado lo poco conciso de sus respuestas, casi se alargó más que la propia película.

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