
El vecino, de Nacho Vigalondo. Inauguración.
El cartel de la 57ª edición del Festival Internacional de Cine de Gijón es un homenaje al clásico de la ciencia-ficción Blade Runner y muestra una lluvia pertinaz cayendo copiosamente sobre el ojo icónico del certamen. En base a este diseño, la organización ha sacado el arriesgado hashtag #LlueveCine y, como no podía ser de otra manera, la meteorología gijonesa se ha confabulado contra todos nosotros y ha decidido descargar agua de una forma torrencial que, afortunadamente, ha remitido un poco a la hora del inicio de la gala inaugural. El cartel es muy bonito y a todos nos gusta mucho la obra maestra de Ridley Scott pero no era necesaria esta llamada al mal tiempo en las fechas y en la ciudad en que estamos.
Rodrigo Cuevas se ha ganado con su trabajo de ediciones anteriores el volver a ser el maestro de ceremonias del FICX, acompañado esta ocasión por la guionista madrileña Henar Álvarez, si bien el guion de la gala no ha sido como para estar orgulloso del mismo y por quincuagé... bueno, no os lo vais a creer, han hecho un chiste (en realidad unos cuantos) sobre la presunta dificultad de pronunciar correctamente el ordinal en cuestión. Esto es algo novedoso que no se había hecho nunca. Por fortuna nos ahorraron esta vez el de las gafas de pasta, que es otro presunto chiste que aparece exactamente en todas las ediciones. Montxo Armendáriz subió el escenario a presentar la retrospectiva que el festival gijonés dedica al italiano Franco Piavoli y el anciano realizador comenzó a hablar, y siguió hablando, y siguió hablando... y al cabo de un cuarto de hora empezó a sonar la música junto a unos aplausos incómodos y al buen hombre se lo llevaron detrás de las cortinas sin que traductor alguno hiciera el más mínimo intento de pasar al español el larguísimo speech que el firmante de El planeta azul había dedicado al público gijonés. También pasaron por las tablas del teatro los miembros de los jurados de las diferentes secciones competitivas, se entregó el premio de guion Julio Alejandro de la SGAE y el Nacho Martínez a Ernesto Alterio. El actor hispano-argentino pronunció un discurso breve que al lado del de Franco Piavoli pareció casi un twit. Rodrigo Cuevas animó con su talento de showman los mejores momentos de la gala, que se cerró de nuevo con el recitado musical de la ristra de patrocinadores, algo que ya se ha convertido en un rolling gag.
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Por el Teatro Jovellanos desfiló buena parte del elenco de El vecino, desde Sara Antuña (productora ejecutiva y showrunner de la serie junto a Carlos de Pando) hasta Nacho Vigalando (director) pasando por su cuarteto de intérpretes protagonistas (Quim Gutiérrez, Clara Lago, Catalina Sopelana y Adrián Pino). El vecino es la adaptación televisiva del cómic homónimo de Santiago García y Pepo Pérez y... veréis, os voy a contar una cosa personal como si fuera un Carlos Boyero cualquiera. Cuando estudiaba BUP en La Laboral, allá por el siglo pasado, me llegó ese momento que nos llega a casi todos en el que hay que elegir si hacer el bachillerato por ciencias o por letras y, un par de años después, qué carrera estudiar. Mi yo joven decidió que lo mejor sería estudiar una carrera que te asegurase los dineros y al acabarla otra ya más vocacional. Aquel yo mío de entonces era un buen estudiante que pensaba que nada se le resistiría pero luego llegó la vida y ya tal. El caso es que mi carrera vocacional hubiera sido el periodismo y hoy (además de hacerme cruces por cómo está la profesión) aún sigo teniendo la duda de qué se hace si trabajando en la cosa ésta de la crítica te llega el día en que tienes que juzgar el trabajo de alguien a quien conoces o con el que tienes cierta amistad. Esa pregunta sigue rondándome por la cabeza cada vez que leo alguna crítica (positiva o negativa) de una pelicula española y nunca sé con seguridad cuánto hay de objetivo y cuánto de subjetivo en la opinión del autor, especialmente cuando el hecho mismo de la crítica de cine ya es subjetivo por naturaleza. Y aunque este modestísimo blog es una cosa infinitesimal en el universo de la crónica cinematográfica, mira tú por donde que andado el tiempo he terminado cruzándome con más de una persona que escribe o dirige y estrena sus películas. Sara es una de ellas y soy del todo objetivo si digo que es de las más brillantes e ingeniosas que conozco. Cualquiera que haya hablado cinco minutos con ella (y me sobran cuatro) habrá podido percibir esto y aunque El vecino es una adaptación de una obra ajena en la que el guion ni siquiera viene firmado por ella, no dudo que su talento sobrevuela todo el conjunto. El Teatro Jovellanos le ha cantado el "Cumpleaños feliz" cuando ha presentado la serie en la gala inaugural e imagino que presentar tu creación en la inauguración del festival de cine de tu ciudad en el día de tu cumpleaños debe de ser algo parecido a la felicidad.
Soy sincero si digo que las series españolas no gozan de mi aprecio. Seguro que todas llevan detrás un trabajo ingente y la mejor de las intenciones por parte del equipo que las realiza pero lo que veo en el salón de mi casa son capítulos eteeeeeeeeernos que acaban a unas horas incompatibles con la vida. La posibilidad de verlas bajo demanda en las diferentes plataformas existentes o por medios alternativos no arregla el hecho de que para ver un episodio de 75 minutos ya si eso mejor me veo una película. Mi experiencia con la ficción nacional, por tanto, es bastante reducida y escasamente ilusionante. Todo este rollo para decir que El vecino es muy divertida, que sus capítulos duran apenas media hora (menos que un discurso de Piavoli), que se pasan volando (no pun intended) y te dejan con ganas de más, que Adrián Pino es todo un descubrimiento y su personaje (José Pamón) roba todas las escenas en que aparece, que hasta el 31 de diciembre no llegará a Netflix y que espero que tenga el éxito que merece.

Quim Gutiérrez protagoniza el El vecino
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