
Weirdos, de Bruce McDonald. Enfants Terribles.
Loving Vincent, de Dorota Kobiela y Hugh Welchman. AnimaFICX.
Western, de Valeska Grisebach. Esbilla.
De toutes mes forces, de Chad Chenouga. Enfants Terribles.
Weirdos, de Bruce McDonald. Trailer.
Cuando suena el despertador a las 7:15 para ver una película española que se proyecta en un sitio que está donde Cristo perdió las sandalias, lo más probable es que uno decida apagarlo y seguir durmiendo. Por esa razón, la primera del día no fue La vida lliure, del realizador catalán Marc Recha, que va a concurso en la Sección Oficial, sino la producción canadiense Weirdos, dirigida por el polifacético Bruce McDonald y perteneciente a Enfants Terribles, en el marco de un Teatro Jovellanos matinal extrañamente despoblado de escolares.

Dylan Authors y Julia Sarah Stone en una imagen de Weirdos
Weirdos está ambientada en los años setenta y rodada en un elegante blanco y negro pero la historia que cuenta es atemporal y no necesita demasiado artificio para poner en acción a sus dos jóvenes protagonistas, chico y chica. Es difícil comentar algo más del argumento sin hacer spoilers así que lo dejaremos ahí y diremos que esta road-movie de tono entre nostálgico y amable y sin demasiadas pretensiones se hace la mar de disfrutable y se convierte en un título ideal para estrenar realmente el Festival de Cine de Gijón. Y que aunque Dylan Authors está más que correcto, es Julia Sarah Stone, vista fugazmente en la infame tercera temporada de The killing en su versión americana, la que de verdad se come la pantalla. Entre los créditos finales figuran agradecimientos al últimamente un tanto perdido Atom Egoyan.
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Loving Vincent, por contra, parece bastante más ambiciosa y aunque pretensiones y resultados no siempre van cogidos de la mano, en este caso sí parece que la cinta de animación polaca ha encontrado bastante unanimidad en los elogios recibidos. No es mi caso. Reconociendo el apabullante aspecto visual del filme dirigido por Dorota Kobiela y Hugh Welchman, la historia se me hace pesadísima y su verborrea continua e incesante me satura los oídos y la cabeza y me desquicia hasta el infinito, a pesar de que el metraje no va más allá de la hora y media.
Loving Vincent, de Dorota Kobiela y Hugh Welchman. Trailer.
Ha pasado más de una década desde que la película alemana Sehnsucht lograra el máximo reconocimiento en el Festival de Cine de Gijón. Valeska Grisebach no había vuelto a dirigir nada desde entonces y con Western, candidata a los Premios Lux del Parlamento Europeo, parecía haber recuperado el terreno de todos estos años. Su filme hace honor al título y sitúa la historia en la frontera búlgara, lugar al que llega un grupo de trabajadores alemanes para la construcción de algún tipo de infraestructura que sirve de macguffin.
Western, de Valeska Grisebach. Trailer.
La cámara sigue permanente a uno de los alemanes, un tipo hierático que en todo el metraje pronuncia unas cinco o seis frases. Ente hombre silencioso parece simpatizar más con quienes no hablan su idioma pero, claro, los problemas de comunicación son evidentes y la relación con los nativos no acaba de prosperar demasiado. Con una violencia contenida que amenaza con estallar en cualquier momento, todo se acaba reduciendo a un mensaje bastante pesimista sobre la convivencia, lo que no hace al filme ni mejor ni peor pero sí un poco más innecesario aún en los tiempos que vivimos. Grisebach, integrante de la Escuela de Berlín que conociera retrospectiva en Gijón 2010, hace honor a sus referentes y filma con minuciosidad excesiva y rigurosa algo que probablemente no merecía las casi dos horazas de metraje.
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Cerramos la jornada con otro título de la sección Enfants Terribles que sale del reducto de la Laboral y de las mañanas del Jovellanos para asomarse por unos Cines Yelmo en los que las salas dedicadas al festival han sido separadas del resto y en donde la gente entra cuando le sale del nabo, independientemente de que la película esté empezada o no, que eso es algo que se pone en el programa de mano para que quede bonito y ya está. De toutes mes forces, dirigida por el ausente Chad Chenouga (iba a haber un encuentro que no se produjo), es una especie de remake a la francesa de la estadounidense Las vidas de Grace, aunque todo tiene aquí un aspecto bastante más naturalista y de andar por casa. El protagonista es un joven prematuramente huérfano que acaba en un centro de acogida de menores desde donde intenta seguir con su vida de la forma más normal posible. Obviamente, su situación ha cambiado lo suficiente como para hacer inútiles sus pretensiones. Lo que sigue entonces es una crónica que se sale pocas veces de los márgenes de lo previsible, tono amable incluido, y que acaba como tiene que acabar para que todos nos sintamos un poco conmovidos pero no demasiado. En su haber, una narración fluida y unas interpretaciones sin demasiadas estridencias, sobre todo teniendo en cuenta las edades de sus protagonistas.
De toutes mes forces, de Chad Chenouga. Trailer.
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