
Fucking Bornholm, de Anna Kazejak. Esbilla.
El cielo rojo, de Christian Petzold. Esbilla.
Fucking Bornholm, de Anna Kazejak. Trailer.
La benigna climatología del pasado fin de semana ha cambiado definitivamente cuando inicio el camino verspertino hacia la Antigua Escuela de Comercio para comenzar la quinta jornada del Festival Internacional de Cine de Gijón. Solo dos películas tengo agendadas para la tarde del martes debido a la incompatibilidad horaria de las mismas con una tercera. La primera de ellas es la producción polaca Fucking Bornholm, dirigida por Anna Kazejak.
La cinta arranca de forma prometedora y durante bastante tiempo se hace muy disfrutable. Es cierto que aunque en su primer tramo incluye un hecho inquietante, el filme parece decantarse hacia un tono humorístico que no casa del todo bien con aquello que cuenta. Posteriormente el relato deriva hacia terrenos más previsibles y para ello no duda en caricaturizar gruesamente a sus dos personajes masculinos, no vaya a ser que su discurso no se entienda. Posiblemente es el resultado que Kazejak quería conseguir, pero para ese viaje no hacían falta esas alforjas. Fucking Bornholm forma parte de la Sección Esbilla y su directora explicó en el encuentro con el público posterior a la proyección las muchas dificultades que tuvo para sacar su proyecto adelante y los diversos formatos, radionovela incluida, por los que ha ido pasando su historia.
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Conocí el cine del alemán Christian Petzold en el año 2010, cuando el FICX le dedicó un ciclo a la Escuela de Berlín. Petzold parecía ya entonces el cineasta más interesante de aquella hornada de realizadores y su carrera posterior no haya hecho más que confirmarlo. El cielo rojo también se encuadra en Esbilla y su último pase en Gijón tenía lugar en la noche del martes.
En mi primera visita a los Cines Yelmo de esta edición del festival me sucedió algo que no me había pasado (casi) nunca. Después de ver pasar de cerca a una pareja que portaba con total impunidad una pizza del Domino's, despidiendo el consiguiente pestazo a su alrededor, mi indeseada compañera de butaca procedió a sacar de su bolso unos nuggets del McDonald's, que procedió a comerse junto con sus correspondientes patatas y salsas. Por si los ruidos no fueran suficiente molestia, bonus track hediondo de propina. Finalizado el festín gastronómico, decidió engurruñar el envoltorio haciendo el máximo estruendo posible, para luego continuar apretándolo como si fuera una especie de improvisado y fétido antiestrés.
Para cuando pude centrarme en la película ésta ya llevaba unos cuantos minutos. Y por suerte no me fue difícil entrar en la historia que cuenta. En su primer tramo casi resulta heredera del cine de Éric Rohmer, juntando a cuatro personajes en una idílica villa junto al mar en lo que parece básicamente un enredo amoroso. Pero las conversaciones entre ellos no son las típicas conversaciones rohmerianas sino que la incomodidad de uno de los personajes (interpretado por el actor austriaco Thomas Schubert) va impregnando todo el relato, hasta que la irrupción de un quinto elemento desencadenará una serie de acontecimientos que conducen hacia una conclusión sobre la que se puede seguir pensando bastante después de terminado el filme.
El cielo rojo, de Christian Petzold. Trailer.
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