sábado, 26 de mayo de 2007

Zodiac, de David Fincher

Zodiac,
de David Fincher. 2003. ★★★★

25/04/2007. Kinépolis.

David Fincher prosigue labrándose una carrera impecable desde que hace poco más de una década estrenara su segunda realización (me niego a aceptar como buena su aportación al declive de la saga de Alien), la extraordinaria Seven. Desde entonces, apoyándose en unos guiones más o menos brillantes, ha encadenado un póquer de títulos que están por derecho propio entre lo mejor del cine norteamericano actual y nada hace indicar que esa magnífica racha esté en peligro de llegar a término.

El estilo visual de Fincher se desmarca de sus contemporáneos que, como él, se iniciaron en el peligroso campo de los videoclips musicales. A Fincher le sobra talento para la narración cinematográfica, para la composición de planos majestuosos y para la recreación de ambientes y atmósferas turbias e inquietantes y con Zodiac, una vez más, vuelve a demostrar que ocupa merecidamente un lugar de privilegio entre los directores más interesantes del momento.

Zodiac está basada en hechos reales. La tópica coletilla no es precisamente garantía de interés y/o calidad pero Fincher sortea este peligroso obstáculo, la ajustada fidelidad a unos hechos no modificables, con la habilidad y la pericia de todo un maestro para acabar haciendo suya una historia tan alejada en un principio de sus trabajos anteriores (Zodiac decepcionará profundamente a quienes esperen encontrar una suerte de continuación de Seven), sin que nada se pierda en el camino.

Adaptando el libro del periodista del San Francisco Chronicle, Robert Graysmith, sobre los crímenes del llamado asesino del zodíaco, personaje que despistó por completo y jugó con la policía de San Francisco en la década de los setenta (soberbia la referencia a Harry El Sucio), la película de Fincher ofrece un recital de ritmo en sus dos horas y media largas de duración. La progresiva obsesión del protagonista por desvelar el enigma se muestra con la adecuada y necesaria pasión para que el espectador se involucre con él, se obsesione con él y sufra con él, en un torbellino de información, datos, nombres, fechas que amenaza constantemente con la saturación pero que nunca la supera.

En el capítulo interpretativo, Fincher extrae grandes interpretaciones de todo el reparto, en especial de los muy brillantes Mark Ruffalo y Robert Downey, Jr. y refleja admirablemente una época que parece cercana recalcando las pequeñas grandes diferencias con el presente y cómo las limitaciones tecnológicas de entonces afectaban decisivamente a la investigación policial. Teléfonos móviles e internet no estaban de moda en los setenta y cosas aparentemente triviales hoy en día se transforman en caóticas en la pantalla.

Enmarcadas por dos grandes planos aéreos, el director intercala un puñado de secuencias antológicas, unas basadas en la brillantez de la realización y otras en la de la interpretación, que no hace falta señalar aquí y que el espectador podrá identificar y disfrutar llegado el momento en esta fascinante película que mantiene muy alto el listón puesto por su director.

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