martes, 30 de octubre de 2007

52ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (II)



La 52ª Semana Internacional de Cine de Valladolid dio comienzo el pasado viernes con una sensible mejora en el proceso de compra entradas por internet, estrenado ya el año anterior y que entonces dejó mucho que desear. La organización del festival, casi siempre por debajo de su prestigio, ha mejorado sustancialmente en esta edición y por fin parece haber descubierto las ventajas del subtitulado electrónico y se han desterrado, esperemos que para siempre, los anacrónicos auriculares, tan habituales en sus salas hasta hace bien poco.

Blind
Una imagen de Blind, de Tamar van den Dop

Tras el pase inaugural de Persépolis, la primera jornada de Seminci ofrecía la proyección de la película holandesa Blind, de la directora Tamar van den Dop. Encuadrada en la sección Punto de Encuentro, Blind es un trabajo esteticista y edulcorado que agota pronto la única idea en que apoya toda su construcción. Ruben es un joven ciego de difícil carácter que vive con su madre en un solitario caserón en un páramo perpetuamente cubierto de nieve. La llegada a la casa de Marie, una nueva lectora con un pasado también problemático, no sólo consigue calmar el temperamento irascible y arisco del protagonista sino que da inicio a una historia de amor entre ambos complicada posteriormente por un tratamiento novedoso de la ceguera que puede devolverle la visión al primero. Sin más progresión narrativa que la que se deriva de su simplista argumento, con sólo cuatro personajes con los que llenar el extenso metraje, Blind se ve con progresivo distanciamento y escasa emoción, que se hacen más acusados en un final innecesariamente alargado y un tanto arbitrario.

Persépolis
Persépolis, de Marjane Satrapi

Por su parte, la película que inauguró la Seminci, la francesa Persépolis, es un más que brillante filme de animación que, como ya se ha apuntado en entradas anteriores, se basa en el cómic autobiográfico homónimo de la autora, la iraní Marjane Satrapi. Persépolis cuenta con un magnífico arranque que pone en situación personajes, entorno e historia de una forma admirable. A finales de los años setenta Teherán vive una situación política convulsa. La caída del Sha, la llegada de los islamistas al poder y las purgas hechas en el camino están narradas espléndidamente a través de los ojos de la niña protagonista. El nivel de inspiración se mantiene notablemente alto durante buena parte de un metraje que, sin embargo, se acaba revelando excesivo en el tramo final de una historia que peca en ocasiones de cierto ombliguismo por parte de una autora que parece considerar necesario remarcar cada incidente ocurrido en su vida aun cuando éste no sea merecedor de ello. Un pequeño defecto en un título brillante que apuntaba a cotas aún más altas en su inicio.



El director japonés Yoji Yamada opta a la Espiga de Oro con su filme Bushi No Ichibun (Love and Honor). Esta historia de samurais y venganzas cumplidas, excesivamente alargada y que constriñe la acción a prácticamente dos únicos escenarios y cuatro personajes, recibió, sin embargo, reacciones entusiastas por parte del público asistente a la proyección.

Poco después, el festival presentó en la sección oficial competitiva el último trabajo del veterano realizador asturiano Gonzalo Suárez. Él mismo, junto al productor Juan Gona, los actores Carmelo Gómez y Alberto Jiménez y las actrices Barbara Goenaga, Maribel Verdú y Aitana Sánchez-Gijón presentaron la película en la tarde del sábado en el Teatro Calderón. Tanto despligue escénico hubiera merecido un filme de más altura porque lo cierto es que Oviedo Express es un despropósito de proporciones mayúsculas de principio a fin, un esperpento que bucea siempre en las procelosas aguas del ridículo y que encima se extiende en una duración que se hace eterna. Es una de esas películas que no hay por dónde cogerlas. Parece tratarse de una comedia pero si es así no hace gracia y como drama no acaba de funcionar nunca por lo grotesco y absurdo de su historia y situaciones. Anuladas otras posibildades, queda únicamente como constatacion de la decadencia de su director y del atractivo físico de sus actrices protagonistas, con mención especial para la joven Bárbara Goenaga, que hacen lo posible con unos personajes imposibles.


Trailer de Oviedo Express, de Gonzalo Suárez

Inmediatamente antes, también en la sección oficial a concurso, se proyectó el cortometraje Triángulos, de la directora local Eliazar, estrafalario y bochornoso complemento a una sesión delirante.

El tercer día de Seminci ofrecía el estreno del último trabajo de Wong Kar Wai, cineasta habitual de un festival que le ha dedicado en ediciones pasadas una retrospectiva y que ha estrenado en España sus dos últimos trabajos, la confusa y brillante 2046 y esta My Blueberry Nights, desembarco del director de Hong Kong en la industria norteamericana con rodaje e intérpretes de dicho país. La película supone también el debut como actriz, en una estimable primera interpretación protagonista, de la cantante Norah Jones. Jude Law, Rachel Weisz, David Strathairn y Natalie Portman completan un reparto de campanillas para un filme que sigue los parámetros totalmente reconocibles dentro del cine de su director.

My Blueberry Nights
Norah Jones y Natalie Portman en My Blueberry Nights

Un Nueva York nocturno y en ocasiones algo sórdido sirve de escenario a unos personajes desorientados que se alejan y se encuentran en un argumento circular con tramos de road movie que cubre sus estaciones a golpe de canciones y secuencias brillantes. Buen trabajo interpretativo del conjunto, especialmente por parte de un gran Strathairn que aporta gran magnetismo a su breve aparición. My Blueberry Nights fue recibida en el pasado festival de Cannes sin excesivo entusiasmo. Quizás acuse demasiado la sensación de pérdida de originalidad por parte de su autor pero aún con esas sigue siendo un más que estimable ejercicio narrativo y emocional que mantiene buena parte de la brillantez formal y conceptual del firmante de Chungking Express.

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