miércoles, 26 de noviembre de 2014

52 Festival Internacional de Cine de Gijón (Día 5)



Métamorphoses, de Christophe Honoré. Sección Oficial.
Life Feels Good, de Maciej Pieprzyca. Sección Oficial.



Europa en bragas, la metáfora

Climatológicamente era hoy un día para quedarse en la cama tapado hasta las orejas. Las películas seleccionadas tampoco ofrecían a priori grandes alegrías y hasta las ocho de la tarde no asomamos el hocico por el Teatro Jovellanos para asistir a la primera de las dos, la francesa Métamorphoses, de polifacético auteur Christophe Honoré. Métamorphoses es, o al menos eso dicen, una adaptación libérrima y actualizada de La metamorfosis, del poeta romano Ovidio. Independientemente de ello, uno entiende que las películas deberían contar algo por sí mismas, más allá de sus fuentes o sus orígenes. Cuando no han pasado apenas cinco minutos de metraje del filme en cuestión ya está absolutamente claro que no, que aquí no hay nada que ver y que lo que sigue es HARTE con mayúsculas, la irritante pedantería de un fulano que con la coartada de la intelectualité te va a dar el coñazo soberano durante casi dos horas de lo más irritantes. Eso sí, su justificación cultista le ha servido para llenar su cinta de una extensísima galería de culos, tetas y pollas. Todo por exigencias del guion. Luego a la salida alguno se pondrá a debatir sobre los elevados propósitos del engendro maléfico y las dobles, triples y cuádruples lecturas posibles. Los más simples no llegamos a tanto. Además, mucho cuento de desnudos y tal pero eran todos y todas más feos que la hostia.


Métamorphoses, de Christophe Honoré. Trailer.


La polaca Life feels good, escrita y dirigida por Maciej Pieprzyca, tiene un argumento de esos que lo lees y te dan ganas de echar a correr hasta cruzar la frontera. La enésima película del FICX52 con discapacitado y presunto mensaje de superación personal, de si quieres puedes y bla, bla, bla. Además está basada en una historia real, frase terrible que precede a un sinfín de bodríos. El caso es que buscando referencias previas no se hablaba mal de ella y decidí darle una oportunidad. No es una obra deslumbrante pero sí más que correcta, brillante por momentos, que no abusa del sentimentalismo ni de la sensiblería, que no busca dar pena y que, en resumen, ofrece aquello que prometía en el mejor de los casos e incluso algo más.

Es la historia de Mateusz, diagnosticado como paralítico cerebral desde su infancia y que resulta que no, que el niño entiende, siente y padece ante la progresiva indiferencia de todos los que le rodean. Tengo problemas para creerme algunas partes del argumento pero me gusta el retrato de esa Polonia a caballo entre dos épocas, el costumbrista retrato de familia humilde en problemas o la cálida relación del protagonista con su padre. Y lo que sigue luego logra mantener siempre el interés y el ritmo, sin golpes de efecto gratuitos ni concesiones al lagrimeo o la blandenguería. El reto interpretativo que asume el actor Dawid Ogrodnik, visto el pasado año en Gijón en la multipremiada Ida, es enormemente complicado (si lo hace bien se dirá que de interpretaciones de discapacitados están llenos los palmarés) y puede decirse que sale del difícil envite más que airoso.


Life Feels Good, de Maciej Pieprzyca. Trailer.

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