martes, 26 de septiembre de 2006

7 Vírgenes, de Alberto Rodríguez

7 Vírgenes

Contempo la película de Alberto Rodríguez con mezcla de sorpresa primero, desolación después y notable cabreo al final. No me puedo creer que me estén contando esto y de esta manera a estas alturas. Y, sobre todo, que me lo estén contando tan rematadamente mal.

7 Vírgenes se inscribe, o al menos lo intenta, en la corriente social del cine español, subgénero adolescentes marginales. Esta corriente fílmica tuvo su época dorada en los tiempos de la transición, o sea que ha llovido mucho desde entonces. Fernando León de Aranoa recuperó parcialmente la tradición hace ya unos cuantos años con Barrio y aunque los protagonistas de aquella historia no eran precisamente delincuentes juveniles, la miseria económica y moral del entorno en el que vivían teñía a la película del mismo tono de los filmes que Carlos Saura, José Antonio de la Loma o Eloy de la Iglesia realizaron en aquellos años salvajes.

Alberto Rodríguez se centra en 7 Vírgenes en las 48 horas de permiso que el Tano (Juan José Ballesta) recibe del reformatorio en el que está recluido para asistir a la boda de su hermano. En esos dos días, que en la película parecen dos semanas, se reencuentra con su familia, sus amigos, su chica y, en definitiva, su vida. Lo peor es que todo ello carece de la mínima originalidad necesaria para que la película enganche. Uno asiste progresivamente al naufragio de una historia que en ningún momento consigue no ya emocionar sino simplemente interesar. Ya la hemos visto antes. Ya nos la han contado antes. Y mucho mejor. La principal novedad que aporta el filme de Rodríguez es su localización geográfica sevillana pero tal originalidad se torna en un defecto más por cuanto resulta en ocasiones imposible entender los diálogos que los actores, la mayoría adolescentes, recitan a velocidad de vértigo.

Juan José Ballesta ganó por su interpretación la Concha de Plata en San Sebastián 2005 pero la impresión que deja su trabajo es que repite una y otra vez el mismo registro que le ha encumbrado y que, además, actor y personaje parecen ser intercambiables.

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