miércoles, 25 de octubre de 2006

Jonathan Demme



Jonathan Demme (Baldwin, New York - 22 de febrero de 1944) ha emprobecido su trayectoria en los últimos años (aunque su último documental sobre Neil Young le ha devuelto una parte del prestigio perdido) por culpa de una desafortunada elección de sus proyectos. Hasta que le dio por el remake inútil, Demme había forjado una carrera brillante, en especial durante los años 80 y principios de los 90, con un puñado de notables filmes entre los que se incluía El Silencio De Los Corderos, su multipremiada adaptación de la novela de Thomas Harris, que obtuvo los Oscars principales de 1991, incluido Mejor Director.

De la amplia filmografía del cineasta neoyorkino, si exceptuamos sus brillantes documentales musicales (Stop Making Sense, con Talking Heads, y el reciente Heart Of Gold, con Neil Young), sus títulos más interesantes se sitúan entre las excelentes Algo Salvaje y Philadelphia.

Algo Salvaje no sólo es indiscutiblemente uno de sus mejores trabajos sino que también es uno de los mejores filmes de los 80 e incomprensiblemente continúa, aún hoy, como una película casi desconocida e infravalorada y se la recuerda poco más que por el descubrimiento de Ray Liotta. Mezcla perfectamente equilibrada de géneros, desde la comedia romántica disparatada al terror, con formato de road movie y grandes interpretaciones de su trío protagonista (Melanie Griffith, Jeff Daniels y el mencionado Ray Liotta), Algo Salvaje supuso la primera gran obra en la filmografía de su autor. Algo Salvaje ofrece ya todas las claves y todos los temas recurrentes de la obra de Demme, con mención especial al papel protagonista que en su cine suelen tener las mujeres.


Entre medias de las que son sus dos obras maestras fundamentales, Demme rodó Casada Con Todos. Manteniendo siempre su estilo, tanto temático como visual, incorporando todos los secundarios habituales en su cine, con música original de David Byrne, con una estupenda Michelle Pfeiffer en el papel protagonista y con un gran Dean Stockwell, Casada Con Todos se enfrenta a un importante problema: es una comedia que no hace demasiada gracia. Si bien Demme había demostrado sus dotes de equilibrista de géneros con su anterior trabajo, aquí se decanta más claramente por la comedia y por un trazo más blando en su tratamiento del guión. El resultado se resiente de ello y la película, siendo más que estimable, está un peldaño por debajo de lo esperado.


Ya en una situación cómoda dentro de la industria de Hollywood, Jonathan Demme alcanzó su mayor momento de gloria cuando en 1991 se estrenó su adaptación de la novela de Thomas Harris. Presentada en el Festival de Berlín y retrasado su estreno comercial español aún unos meses más, El Silencio De Los Corderos supuso el bombazo comercial y artístico del año, acaparando los premios más importantes de la ceremonia de los Oscars pese a que ésta se celebró más de un año después de su estreno en las pantallas. Llena de hallazgos visuales y narrativos, la película muestra la curiosa relación que se establece entre la alumna en prácticas del FBI Clarice Starling y el psiquiatra psicópata Hannibal Lecter mientras ambos colaboran en la búsqueda del asesino en serie apodado Buffalo Bill.

Tras El Silencio De Los Corderos, Jonathan Demme se enfrentó al dilema de cuál sería su siguiente realización, consciente de que habría muchos ojos puestos en su nuevo trabajo. Hubieron de pasar casi tres años hasta el estreno de Philadelphia.


En su momento, Philadelphia fue un filme-acontecimiento puesto que fue la primera vez que una gran producción de Hollywood, con un director consagrado y oscarizado al frente y una estrella de primer nivel como protagonista principal, se enfrentaba al SIDA. La elección del tema fue un empeño personal de Demme, que había visto morir a algunos de sus amigos por la enfermedad. A uno de ellos, el gijonés Juan Botas, fallecido dos años antes y que había dirigido el terrible documental One Foot On A Banana Peel, The Other Foot In The Grave (Secrets From The Dolly Madison Room), producido por Demme, va dedicada la película. La fórmula elegida para abordar la temática resultó discutida por muchos.

Con un guión escrito por Ron Nyswaner, Philadelphia enmarcaba su poco complaciente historia en medio de un esquema bastante tradicional: el cine de juicios. La demanda establecida por un joven abogado de una prestigiosa firma contra sus jefes por despido improcedente cuando éstos descubren que tiene la enfermedad sirve a guionista y director para ofrecer al público casi un manual de instrucciones sobre el tema que tratan. Pero el talento de Demme consigue sobreponerse a las limitaciones formales del asunto y sus imágenes cobran una gran fuerza, apoyadas especialmente por las grandes interpretaciones de Tom Hanks (ganó su primer Oscar por esta película) y también de Denzel Washington.

Las estupendas canciones que Bruce Springsteen y Neil Young compusieron para la película (y que se disputaron el Oscar, con victoria para el primero) también contribuyeron a convertir a Philadelphia en un título más que apreciable y con suficiente entidad propia.

El espectador que se acerque a la obra de Jonathan Demme, especialmente a los filmes aquí reseñados, además de disfrutar con las excelencias de su cine, podrá entretenerse también localizando las presencias habituales como intérpretes secundarios en sus películas de sus colaboradores en la producción (Kenneth Utz y Gary Goeztman) y de otras caras habituales como Charles Napier, Paul Lazar o Ron Vawter

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