domingo, 15 de octubre de 2006
La Isla, de Michael Bay
Ha conocido tiempos mejores la carrera cinematográfica del pernicioso director norteamericano Michael Bay. Su cine, siempre basado en el montaje frenético y la acumulación cansina e innecesaria de innumerables planos acelerados y ultrarápidos, contó con la aprobación de las masas durante varias temporadas y ya desde el mismo momento de su debut en la realización con Dos Policías Rebeldes.
Prosiguió contando sus películas por taquillazos con la insufrible La Roca y las involuntariamente humorísticas Armageddon y Pearl Harbor pero parece que su estrella ha comenzado a apagarse progresivamente y con La Isla ha sufrido un batacazo económico importante que, dada la escasa calidad de su cine, debe ser el único aspecto que realmente le preocupe.
Pero viendo el insólitamente brillante arranque de la cinta uno se sorprende por el fiasco comercial y durante la primera media hora hasta puede incluso llegarse a pensar que Michael Bay, aun siendo fiel a su horrible estilo visual, ha dado por fin con una historia que no provoca sonrojo ni verguenza ajena y que trata a los espectadores como mayores de cinco años.
Desgraciadamente, todo es un espejismo mayor incluso que el de La Isla que da título al filme y, pasada esa estimable primera media hora, Bay se siente libre para comenzar con el festival pirotécnico marca de la casa y todo se convierte en un videojuego de acción en el que los protagonistas van pasando pantallas pilotando futuristas motos voladoras y sorteando todos los obstáculos que se encuentran a su paso en un carrusel absurdo que alcanza los tradicionales momentos de bochorno que siempre se deben esperar del director y que por momentos emparentan su astracanada con otras glorias filmadas como El Sexto Día, uno de los títulos más profundamente estúpidos en la carrera del hoy tristemente gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. Sólo que aquí con más marcas comerciales patrocinando el asunto.
La Isla está protagonizada por dos estrellas del cine más o menos independiente pero que ya han alcanzado su lugar en el sol de la comercialidad. Ewan McGregor y la omnipresente Scarlett Johansson comparten cartel con Djimon Hounsou, Michael Clarke Duncan, un envejecido Sean Bean y un Steve Buscemi que no tenía mejor cosa que hacer que otra vez el garrulo en una película de Michael Bay. Todos a la búsqueda, en este caso infructuosa, de un megaéxito comercial.
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