miércoles, 22 de abril de 2009

El Luchador, de Darren Aronofsky

El luchador

Anunciada como la resurrección cinematográfica de Mickey Rourke, candidatura al Oscar incluida, y convertida en el mayor éxito en taquilla de su director, el inclasificable Darren Aronofsky, El luchador incluye en su mismo cartel y sinopsis todas sus virtudes y defectos. Y es que el espacio para la sorpresa que deja su director y guionista en esta historia de caída y redención es prácticamente mínimo.

Hubo un tiempo en que Randy Robinson, apodado El carnero, fue grande. Pero de eso han pasado ya 20 años y ahora sobrevive en una infravivienda que apenas puede costearse, cuando no durmiendo directamente en su furgoneta, y haciendo el circuito alternativo de lucha, ese en el que las heridas son de verdad, la sangre es de verdad y las televisiones no retransmiten. Por el largo y tortuoso camino ha dejado una hija con la que apenas tiene relación y todo su contacto humano actual se limita a la peculiar relación que mantiene con una striper, interpretada por una estupenda Marisa Tomei, que le sirve casi de confesora.


El luchador. Trailer.


A partir de esas premisas, adelantadas todas casi desde el mismo inicio, El luchador no va a ninguna parte. Aronofski muestra una extraña obsesión por filmar desde detrás de los hombros del protagonista, recurso fílmico que puede resultar llamativo al principio pero que acaba resultando cansino. Los sucesos que le ocurren a Randy son previsibles y parecen sacados del manual de historias del perfecto perdedor, mil veces llevado ya al cine y en general bastante mejor por cuanto aquí se muestra una discutible tendencia a lo gratuito. Sirva como ejemplo de esto último las secuencias que comparte el personaje central con su hija (Evan Rachel Wood) y lo del todo inverosímiles que resultan.

Centrándonos en el capítulo interpretativo, Mickey Rourke realiza una más que correcta interpretación de sí mismo aunque quizá eso no sea suficiente para culminar su anunciada reentrée en la industria de Hollywood. Su presencia resulta creíble como El carnero por cuanto se solapa con el personaje la propia experiencia personal del actor, que también fue grande en los ochenta y que ha dedicado las dos últimas décadas a convertirse en una triste parodia de lo que fue. Es por todo lo anterior que, aunque El luchador es un filme digno, está muy lejos de corresponder a las expectativas despertadas. Aronosfki, como ha demostrado sobradamente en toda su filmografía anterior, sigue ofreciendo más ruido que nueces y aquí no escapa a esa constante.


Bruce Springsteen - The Wrestler

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