viernes, 9 de septiembre de 2011

La Piel Que Habito, de Pedro Almodóvar



Debo agradecerle a Pedro Almodóvar el que hace unos meses me descubriera el estupendo libro de Thierry Jonquet en el que se basa La piel que habito. Editado por Júcar hace más de dos décadas y recientemente reeditado por Ediciones B, Tarántula (Mygale, 1984) es una novela excesiva y desasosegante que propone un más díficil todavía en las clásicas historias de venganza. Su fuerza irresistible en papel al mismo tiempo anticipa lo duro de la empresa de adaptarla a la gran pantalla. Como Almodóvar tiene un ego que puede con eso y más, él mismo ha acometido la tarea en solitario y Tarántula se ha transformado en La piel que habito con notables cambios en el argumento. No es cuestión de defender un talibanismo radical en las adaptaciones literarias a la gran pantalla aunque siempre me ha parecido de género bobo pagar por los derechos de un libro para luego acabar haciendo algo totalmente diferente. Recuerdo el caso similar de Two much, magnífica y negrísima novela de Donald E. Westlake con la que Fernando Trueba hizo un esperpento atroz pretendidamente disfrazado de comedia romántica y, casualidad, también protagonizado por Antonio Banderas.

La piel que habito arranca de forma bastante fiel a su modelo literario original y durante unos cuantos minutos trata de jugar con la incertidumbre del espectador sobre la verdadera naturaleza de lo que está contando. Un cirujano plástico mantiene recluida bajo llave en un suntuoso caserón de las afueras a una joven de aspecto frágil e indefenso. El ama de llaves se encarga de hacerle llegar la comida y los libros con los que matar la espera entre visita y visita de su sofisticado carcelero. En este inicio de película toca soportar (o intentarlo) el odioso tonillo habitual de Marisa Paredes, una presencia tan constante como perniciosa en la filmografía de Almodóvar. Banderas, por su parte, pese a los penosos momentos en los que a su personaje le toca hablar ante el público reunido para escuchar su conferencia, resulta solo ligeramente más creíble y es Elena Anaya la única que parece poder sacar adelante su trabajo con una mínima solvencia interpretativa.


Elena Anaya y Antonio Banderas en La piel que habito

Según avanza la historia, el director de Hable con ella se ve en la necesidad de dotar a la misma de sus particularísimas y clásicas señas de identidad y cuando uno aún se está preguntando si La piel que habito va bien, mal o regular, hace su aparición un personaje disfrazado de tigre (sic) que hace zozobrar peligrosamente la nave. Si durante las 80 primeras páginas de Tarántula al lector se le mantenía sumido en la ignorancia acerca de lo que realmente estaba ocurriendo, Almodóvar no parece confiar en que el espectador de su película pueda aguantar tanto tiempo sin removerse en la butaca y decide adelantar los acontecimientos. Y lo hace sirviéndose de un pegote esperpéntico y de lo más idiota que no funciona ni como comedia ni como drama. Los discutibles intentos del manchego por incluir momentos cómicos en una historia que maldita necesidad tiene de ellos producen en unas ocasiones estupor (la aparición de su hermano Agustín haciendo un chiste) o directamente bochorno (me llamo Vera, Vera Cruz...). Un horrendo e innecesario episodio sobre el origen del personaje disfrazado de tigre, con el insufrible añadido adicional de la voz en off de Marisa Paredes, cierra con más pena que gloria la primera parte de la película.

Con un cartel de "Seis años antes" en tipo de letra XXL, para que ni el más tonto de los espectadores se pierda, se inicia la segunda parte del filme y en ella se explican algunos de los interrogantes pendientes, incluido uno de los principales golpes de efecto de libro y película y que no desvelaremos. Trazado con la misma brocha gruesa que todo lo que lo precede, es posible sin embargo encontrar aquí destellos de talento en la realización y en la creación de atmósfera, aunque son leves espejismos en un tono general que ya para entonces ha hecho aguas sin remisión y que se encamina al desastre mediante una conclusión para la que, una vez más, el director de Todo sobre mi madre se siente en la necesidad de aportar su inevitable toque personal y que altera completamente el significado del desenlace literario. Como ocurre con todas las modificaciones anteriores realizadas a la historia original, el resultado en este caso también es para peor, confirmando que el ego y la ambición de Almodóvar están muy por encima de su talento.


Antonio Banderas, Pedro Almodóvar y Elena Anaya en la presentación en Cannes


La piel que habito. Trailer.

La piel que habito, de Pedro Almodóvar.
09/09/2011. Kinépolis.

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