miércoles, 21 de septiembre de 2011

El Árbol De La Vida, de Terrence Malick



Terrence Malick, ese señor tan pesado y rarito que dirigía una película cada veinte años, acaba de estrenar en los cines españoles El árbol de la vida, un filme protagonizado por Brad Pitt y Sean Penn. En el caso de Sean Penn es un decir, porque el oscarizado intérprete de Pena de muerte únicamente aparece en diez de los ciento cuarenta minutos que dura la cinta, pero la presencia de estrellas de tal relumbrón en un reparto por lo demás corto y ajustado obedece a una desconcertante estrategia comercial que parece querer arrastrar a las salas a un público masivo que poco o nada conectará con la imaginería visual, conceptual y narrativa de un cineasta tan particular como el firmante de Malas tierras y Días del cielo. Nada nuevo, por otro lado, en la filmografía de Malick, quien ya con La delgada línea roja, estrenada hace más de una década, pareció querer realizar la misma y extraña jugada, en aquel caso con un reparto coral que también incluía a Sean Penn dentro de una interminable galería de rostros conocidos que se limitaban a aparecer breve o insignificantemente ante la cámara.


Piececitos de bebé y ñoñería new age en El árbol de la vida

Los argumentos modestos y las pequeñas historias no van con Malick y su megalomanía y grandilocuencia habituales son llevadas a su máxima expresión en El árbol de la vida, donde una historia mínima (y parcialmente autobiográfica) es elevada varias categorías por encima de la que le correspondería para alcanzar una pretendida trascendencia que en el fondo no pasa de ser vacuidad satisfecha y narrativa efectista, sobreplagada de travellings infinitos de stedycam, musiquita omnipresente (excelente, por otra parte) y efectos visuales chungos de salvapantallas de Windows 2021, y todo ello al servicio de una supuesta emoción que yo no encontré por ninguna parte. Se ha resaltado que el estilo cinematográfico de Terrence Malick es poético y no narrativo, como si este carácter "poético" de su cine fuese una justificación suficiente para los innumerables desvaríos que contiene El árbol de la vida prácticamente desde su mismo inicio y que acaban configurando un totum revolutum en el que se juntan y se equiparan, entre otros dislates de difícil justificación, el origen y evolución del universo -un origen divino, claro- con el origen y evolución de las vidas humanas.


¿Qué coño estoy haciendo yo aquí? Terrence, ven y dímelo...

Sean Penn, quizá molesto por la ridícula presencia de su personaje en el montaje final de la película, declararía: "No encontré en la pantalla la misma emoción que tenía el guión. Una narrativa convencional y más clara hubiera ayudado al filme sin, en mi opinión, afectar a la belleza de la película o a su impacto. Francamente, aún estoy tratando de averiguar qué hago allí y qué se supone que añadía mi personaje en ese contexto. Es más, el mismo Terry nunca pudo explicármelo claramente". Pese a todo lo anterior, la película ha sido saludada con inusitado entusiasmo desde el mismo momento de su presentación en el Festival de Cine de Cannes, donde logró la Palma de Oro la pasada primavera, y su llegada ahora a las salas comerciales patrias parece estar contando con una más que positiva acogida no ya sólo en la taquilla sino también en la opinión de bastantes espectadores que, incluso, parecen mirar por encima del hombro a los disidentes. Que les aproveche a todos mucho.


El Árbol De La Vida. Trailer.

El árbol de la vida, de Terrence Malick.
21/09/2011. Kinépolis.

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