domingo, 26 de noviembre de 2006

44 Festival Internacional de Cine de Gijón - Día 3

Enfants Terribles. Driving Lessons, de Jeremy Brock Seccion Oficial. Shortbus, de John Cameron-Mitchell La tercera jornada del Festival tenía como plato fuerte la proyección en la Sección Oficial a concurso de Shortbus, segundo filme en la carrera del realizador estadounidense John Cameron-Mitchell, el firmante de Hedwig and The Angry Inch, premiada en Gijón hace cinco años. Antes del pase de Shortbus se pudo ver Driving Lessons, una totalmente decepcionante realización del británico Jeremy Brock y en cuyo reparto se contaba la presencia de la actriz americana Laura Linney como rostro más reconocido.  Julie Walters y Rupert Grint: más de lo mismo Driving Lessons cuenta la típica historia de iniciación a la vida de un adolescente que ya se ha contado un millón de veces con anterioridad. Consigue, sin embargo, el más difícil todavía de no aportar no ya ni una sola nota novedosa sino directamente interesante. Lo que transcurre es una acumulación soporífera de lugares comunes revestidos de falsa originalidad con un look visual de telefilme de sobremesa. Que la película se incluya en el ciclo Enfants Terribles es comprensible e incluso disculpable. Pero que salga del gueto de las proyecciones matinales repletas de adolescentes bulliciosos ya no lo resulta tanto. Y que se agotaran las entradas es ya absolutamente inexplicable. La sesión resultó además accidentada y con el cambio del segundo rollo de película se interrumpió la misma para que José Luis Cienfuegos, director del Festival, pidiera disculpas por la proyección en formato incorrecto de las dos primeras bobinas y ofreciera la posibilidad de que aquellos espectadores más indignados recuperaran su dinero. Algunos pocos, de los que nunca hubieran protestado por tal circunstancia, hicieron un oportunista uso de su derecho y se largaron. Claro que lo que siguió a continuación no mejoró el sopor inicial y tales deserciones resultan en el fondo más comprensibles que las risas de los que se quedaron. El corto Love This Time, del australiano Rhys Graham, es una elegante aunque algo cansina recreación del universo diario de una niña enamorada que intenta que su futuro mejore su angustioso presente y que, como tantas veces ocurre en estos casos, se extiende más de lo debido para contar una única idea que nunca se desarrolla del todo.  Raphael Barker y Sook-Yin Lee en un momento del filme Por lo que respecta a Shortbus, no he visto la anterior realización de Cameron-Mitchell, por lo que no puedo establecer ni paralelismos temáticos, ni análisis sobre su evolución como cineasta, ni comparaciones de resultados. Presentada en el Teatro Jovellanos por el debutante Raphael Barker, uno de los actores protagonistas, Shortbus se sitúa en esa difusa frontera que separa el cine, digamos convencional, del clasificado como para adultos. No es que esta distinción marque para bien o para mal la película pero es conveniente aclararlo para evitar malos entendidos, sobresaltos innecesarios o directamente a espectadores latosos que abandonan su butaca en mitad de la proyección. Como el público gijonés está curado de espantos no se sobresaltó por lo explícito de las imágenes e incluso disfrutó por momentos, como de esa original versión del himno estadounidense y, sobre todo, de la no menos original situación en la que se canta. Cameron-Mitchell ofrece en Shortbus un retrato coral sobre varios personajes que se reúnen en el club neoyorkino que da título al filme. Desde la pareja homosexual en crisis a la asesora sentimental que finge sus orgasmos, pasando por un ex-alcalde de la ciudad o un vecino voyeur, Shortbus se muestra tan atrevida en sus imágenes como convencional en sus conclusiones y, lo más importante, bastante cargante a ratos de su excesivamente estirado metraje. Lo más brillante del filme son las animaciones de la ciudad de Nueva York sobre las que el director mueve la cámara y que sirven de cortinilla de las historias. Pero esa quizá no era la intención del autor.

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