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Chinatown es una auténtica obra maestra. La expresión suele emplearse con demasiada ligereza. En realidad, no demasiadas películas son realmente merecedoras de tal denominación. Películas en las que nada sobra y nada falta, en donde todo encaja con asombrosa precisión, en donde cada diálogo brilla por si mismo, en donde cada secuencia, incluso cada plano, tiene un porqué, una causa y una consecuencia. Películas en las que, además de toda su perfección técnica y narrativa, consiguen comunicar con el espectador a niveles verdaderamente profundos. Chinatown hace todo eso y por eso lo de obra maestra hace justicia en su caso.
A medio camino entre la recuperación del cine negro y la moda retro de finales de los sesenta y principios de los setenta, Chinatown constituyó un enorme logro en las carreras de todos cuantos intervinieron ella. El célebre guión de Robert Towne, que le proporcionó un Oscar y sobre el que ha cimentado todo su prestigio posterior, combinaba con inusitada maestría todos los ingredientes habituales del cine y la literatura de detectives de los años treinta y cuarenta.
Faye Dunaway interpreta a Evelyn Mulwray en Chinatown
Jake Gittes, que en pantalla posee los rasgos de Jack Nicholson, es un detective especializado en asuntos matrimoniales que recibe el encargo de quien dice llamarse Evelyn Mulwray para que investigue la supuesta infidelidad de su esposo, Hollis Mulwray, que resulta ser el Jefe del Departamento de Agua y Electricidad de la ciudad de Los Angeles y que se opone por motivos de seguridad a la construcción de una presa que remedie la (pertinaz) sequía de la zona. Las investigaciones de Gittes se hacen públicas y el escandalo se ramifica por varios caminos que confluirán en una demostración final de que nadie puede escapar de su pasado.
Roman Polanski filmó Chinatown en 1974 y ello acabó suponiendo, tras sus roces con el productor Robert Evans, su último trabajo en Hollywood. Sus posteriores problemas con la justicia americana han impedido su retorno a los Estados Unidos, incluso cuando en 2003 fue obsequiado con el Oscar de Mejor Director por El Pianista. La explicación de por qué Polanski ganó el premio por un título que, aunque estimable, es infinitamente inferior a Chinatown la tiene El Padrino, Parte II.
John Huston en el papel de Noah Cross
Quince años después de Chinatown, Jack Nicholson cometió la, para muchos, osadía de dirigir una continuación. Robert Towne había concebido en su momento la historia como una trilogía y The Two Jakes, título de la secuela rodada en 1990 y ambientada en 1948, mostraba a un Jake Gittes por el que habían pasado los años pero que se mantenía al frente de un negocio cada vez más próspero.
Su cliente ahora era el otro Jake al que hace referencia el título, un judío llamado Berman e interpretado por Harvey Keitel. El rutinario asunto de grabar la infidelidad de la esposa de Berman como prueba de divorcio se complica cuando éste asesina al amante de aquella. Dado que asesino y asesinado eran socios en la Inmobiliria B&B, Gittes se ve nuevamente envuelto en una trama compleja que, además, se encuentra muy unida a su pasado.
Jack Nicholson es nuevamente Jake Gittes en The Two Jakes
The Two Jakes añade a su desarrollo la voz en off del personaje de Gittes que Polanski eliminara del guión de Chinatown. Dado que las frases escritas por Robert Towne se muestran aquí al mismo nivel de maestría que entonces, ésta no se hace nada molesta y ayuda al espectador a comprender una historia muy enlazada con la anterior y que se cierra con un movimiento de cámara final magnífico.
Junto a Nicholson y Keitel, The Two Jakes recuperó a los intérpretes originales de Chinatown y formó un reparto notable, con la presencia de Meg Tilly, Madeleine Stowe, Eli Wallach, Rubén Blades, Frederic Forrest y Richard Farnsworth. Desgraciadamente, la crítica y el público castigaron absurda e injustamente a The Two Jakes e impidieron que la planeada trilogía de Robert Towne se completara.
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