Bigger, Stronger, Faster, de Chris Bell. Esbilla.
Wendy and Lucy, de Kelly Reichardt. Sección Oficial.
El genero documental hace años que viene teniendo un espacio destacado en la programación del Festival Internacional de Cine de Gijón. Tal es así que desde hace algunas ediciones incluso se concede un premio correspondiente a la categoría No Ficción / Documental. Bigger, Stronger, Faster, dirigido e interpretado por el estadounidense Chris Bell se incluye en esa agradecida categoría. Bell, un poco al estilo de Michel Moore, se introduce como un personaje más, sino como protagonista, en la historia que cuenta. Bigger, Stronger, Faster expone la problemática del uso de esteroides anabolizantes en el deporte, tanto en la alta competición como en los gimnasios, todo ello desde el punto de vista de un ex consumidor.
Bigger, Stronger, Faster. Trailer.
En la familia de Bell, el mediano de tres hermanos, el culto al cuerpo parece ser el eje central de su existencia. Todos culturistas prácticamente desde la cuna, Chris fue el primero en abandonar, preocupado por los efectos secundarios de los esteroides sobre su organismo. A base de multitud de entrevistas y de datos médicos pretendidamente objetivos, Bell va ofreciendo un amplio espectro de opiniones y comentarios que impiden obtener una conclusión infalibe sobre el particular. Quizá lo único que se pueda sacar en claro sea, como dice el subtítulo del filme, que esa obsesión por la victoria a cualquier precio es el efecto secundario de ser estadounidense.
Por el amplio y animado metraje de Bigger, Strong, Faster, además de los padres y hermanos del autor, vemos aparecer un buen número de rostros conocidos como los del actual gobernador de California, Arnold Swarzenegger (la figura emblemática, casi mítica para toda una generación de culturistas y omnipresente durante todo el filme), Sylvester Stallone, Hulk Hogan, los velocistas Ben Johnson y Carl Lewis e incluso el desposeído ganador del Tour de Francia 2006, el ciclista menonita Floyd Landis.
Wendy and Lucy. Trailer.
Enmarcada dentro de la Sección Oficial competitiva, Wendy and Lucy, dirigida por la norteamericana Kelly Reichardt y producida por Todd Haynes, es un trabajo de corte intimista que cuenta la historia de una chica (Wendy) y su perra (Lucy) en mitad de su precario tránsito hacia Alaska. Tras estropearse el coche en el que viajan y duermen y después de un desafortunado incidente en un centro comercial, la chica es retenida en comisaría y su perra desaparece, por lo que la película se centra casi únicamente en la recuperación de la mascota.
Sin apenas dejar entrever al público los mótivos últimos de la chica para este extraño viaje, Wendy and Lucy transcurre plácidamente, sin apenas banda sonora, con diálogos escasos y meramente funcionales, hasta su igualmente minimalista desenlace. Protagonizada de forma brillante por una estupenda Michelle Williams, a la que habrá que tener en cuenta en el palmarés final del certamen, Wendy and Lucy no apunta demasiado alto en sus intenciones y se acaba quedando en una zona templada, por más que se gane al espectador por la sencillez y humanismo de su propuesta.
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