viernes, 26 de noviembre de 2010

48 Festival Internacional de Cine de Gijón (Día 7)



Aurora, de Cristi Puiu. Sección Oficial.
La mitad de Óscar, de Manuel Martín Cuenca. Sección Oficial.
Jerichow, de Christian Petzold. Una cierta idea de cine. La Escuela de Berlín.



Aurora. Trailer.

Por causas que se desconocen, una película como Aurora ha podido rodarse e incluso tener un largo recorrido festivalero, que incluye paradas en citas de tanto prestigio como Cannes o Nueva York, antes de llegar finalmente a concursar en la Sección Oficial de Gijón 2010. Su director, guionista e intérprete principal, el polifacético rumano Cristi Puiu, quizá tenga un ego más largo aún que el metraje de su filme y sólo de esa forma se pueda intentar explicar este insondable misterio. Después de su anterior y reconocida La muerte del Sr. Lazarescu, Puiu se embarca ahora en esta "historia de un asesinato" protagonizada por un tipo lacónico que invierte su tiempo y el del espectador en perpetrar una serie de crímenes en apariencia absurdos y cuyo sentido último sólo se explica al final de sus apabullantemente desmedidas tres horas de duración. Sin apenas diálogos y con una cámara que actúa como testigo discreto y casi siempre alejado de la acción, resulta difícil rescatar de Aurora, como no sea su sugerente y enigmático cartel, algo más que un par de secuencias aisladas que destacan por su tono y resolución sobre el tedio restante. Presentada como la segunda entrega de una hexalogía sobre los extrarradios de Bucarest, la película de Cristi Puiu deja claro que conviene permanecer lo más alejado posible de las cuatro que aún quedan por venir.


El almeriense Manuel Martín Cuenca debutó como director hace ya algunos años con la estupenda La flaqueza del bolchevique, ejemplar y lúcida adaptación del libro homónimo del madrileño Lorenzo Silva. Tras la más desapercibida Malas temporadas, Martín Cuenca y los principales intérpretes de su película (Rodrigo Sáenz de Heredia, Verónica Echegui, Dennis Deyri y Antonio de la Torre) presentaron ayer en la Sección Oficial a concurso de Gijón su último trabajo, seleccionado también por el Festival de Toronto, titulado La mitad de Óscar.

Dejando claro de antemano que estamos ante una película más que apreciable e incluso por momentos brillante, me ha resultado curioso no haber leído aún en ninguna parte las más que evidentes semejanzas, que de tan numerosas no pueden ser tan sólo fruto de la casualidad, que guarda con otra película española estrenada justo hace ahora veinte años, la estupenda y maldita Contra el viento, único largometraje en la filmografía de su director (en la actualidad relegado a asistente de dirección), el también andaluz Paco Periñán. Quizá quien haya visto esa película protagonizada por unos jóvenes Antonio Banderas y Emma Suárez pueda deducir enseguida el misterio que envuelve buena parte de la historia de La mitad de Óscar, que por momentos llega a parecer hasta un remake de aquella. Sin embargo, Manuel Martín Cuenca firma la autoría del guion original junto con el cubano Alejandro Hernández y en ningún momento de los créditos se cita relación alguna con su más que obvio antecedente.

Con un magnífico trabajo de dirección que consigue dotar al filme de una personalísima atmósfera (como, por otra parte, también ocurría en Contra el viento), La mitad de Óscar es uno de los mejores trabajos vistos a concurso en esta edición del Festival de Gijón.


La Mitad De Óscar. Trailer.

Más conocidas son sin duda las también evidentes referencias argumentales de Jerichow, película escrita y dirigida por Christian Petzold y proyectada ayer noche como parte del ciclo Una cierta idea de cine. La Escuela de Berlín. Como si se tratara de una versión a la alemana de El cartero siempre llama dos veces, Thomas (Benno Fürmann), Ali (Hilmi Sözer) y Laura (Nina Hoss) forman un triángulo difícilmente equilátero que amenaza con romperse en cualquier momento. El primero de ellos es un soldado licenciado sin honores tras su paso por Afganistán y que pierde todo su dinero nada más regresar a su pueblo natal (el Jerichow que da título al filme) a manos de su insensible prestamista. Un peculiar y casual encuentro con el segundo, próspero comerciante de origen turco, le proporcionará una oportunidad de empleo y también posibles problemas a causa de la tercera, la joven y guapa esposa del empresario por la que Thomas se sentirá de inmediato atraído. Petzgold juega con la obvia cinefilia de la historia y altera a su modo la resolución del clásico literario de James M. Cain para acabar proponiendo una conclusión igualmente fiel a las reglas no escritas del género.


Benno Fürmann y Nina Hoss en una imagen de Jerichow

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