miércoles, 16 de noviembre de 2022

60º Festival Internacional de Cine de Gijón (Día 5)



Monica, de Andrea Pallaoro. Retueyos.
Pink moon, de Floor van der Meulen. Retueyos.
Rimini, de Ulrich Seidl. Albar.


Monica, de Andrea Pallaoro. Trailer.

Tras la poco estimulante jornada del lunes, la del martes debía suponer un punto de inflexión en el nivel general de los títulos mostrados hasta el momento en el Festival de Cine de Gijón, pero lo cierto es que los tres filmes proyectados en la tarde de ayer en el Teatro Jovellanos se quedaron lejos de las expectativas inicialmente creadas.

La primera de las sesiones vespertinas era la coproducción estadounidense e italiana Monica, coescrita y dirigida por Andrea Pallaoro. Monica es una mujer trans que regresa a la casa familiar en los últimos días de vida de su madre enferma terminal de cáncer que, se entiende, no aceptó la condición de su ahora hija, a la que en un principio no parece siquiera reconocer. Es un filme contemplativo en el que sucede poca o ninguna cosa y que, como se ha escrito, lo más interesante es lo que no se cuenta. Pero esa característica siempre me ha parecido propia de cineastas perezosos o sin demasiado talento, que delegan el que debería ser su trabajo en el espectador. Lo que se muestra en imágenes en la película tiene menos de reflexión que de reiteración, extendiéndose su languidez narrativa de una forma poco justificada hasta casi las dos horas. Además del trabajo de su omnipresente protagonista, la actriz trans Trace Lysette, destacan también Patricia Clarkson, Adriana Barraza y el Common people de Pulp.


Más interesante ha sido Pink moon, de la joven realizadora neerlandesa Floor van der Meulen, presente en el Jovellanos para la presentación y posterior encuentro con el público gijonés. Pink moon tiene una premisa llamativamente original, un padre anuncia a sus dos hijos que su próximo cumpleaños será el último de su vida, a la que ha decidido ponerle fin de forma voluntaria. Durante la primera parte de la película, sin duda la más brillante, la cinta transcurre entre la incredulidad y la negación con que vive la situación la hija menor (Julia Akkermans) para, mediado el metraje, virar hacia terrenos más pantanosos y melodramáticos, aunque su desenlace estuvo lejos de emocionarme tanto como a Luis Mayo, conductor e intérprete del coloquio con la directora, que se mostró visiblemente conmovido por el filme. Se agradece que Pink moon tenga la duración correcta y que suene el Cause del cantautor Sixto Rodríguez, descubierto al mundo con el estupendo documental Searching for Sugar Man, dirigido por el sueco Malik Bendjelloul (otro sucida, por cierto).


Pink moon, de Floor van der Meulen. Trailer.

El plato fuerte final de la jornada era Rimini, penúltimo trabajo del veterano realizador austriaco Ulrich Seidl, presencia recurrente del FICX y que en esta edición hace doblete además con Sparta, una cinta con la que Rimini forma un díptico. Rimini no ofrece demasiadas sorpresas. El retrato de una vieja gloria musical, que sobrevive de las rentas de su pasado como cantante en hoteles para jubilados y que completa sus precarios ingresos mediante servicios sexuales a las mujeres maduras que le siguen venerando, es la excusa ideal para que Seidl, que siempre me ha parecido una persona de muy baja calidad, muestre una vez más su gusto por el feísmo más cochambroso y su crueldad habitual, regodeándose como un marrano en el charco de la cochambre física y moral en la que habitan sus personajes. La película, repetitiva y cansina, se cierra además con una secuencia tan gratuita como abiertamente xenófoba que, sin embargo, no mereció mención en el posterior encuentro con el público del firmante de Import Export.


Rimini, de Ulrich Seidl. Trailer.

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